lunes, 4 de abril de 2011

Por una muerte bien vivida

Siempre esperé a que la muerte tocara mi puerta
La esperaba con vino tinto
A eso de las doce de la mañana sentado en el living
Nunca llegaba
Me reí de tantos políticos y de religiosos para llamar su atención
Tomé mil riesgos para que se acercara a la entrada
Quería encararla
Nunca me importó su apariencia
Si fuese hombre o mujer
Quería que tocara mi puerta para tomarme una copa con ella
Hablar toda la mañana y noche hasta caer de borrachos
Pondría un tango en mi radio distorsionada
Y bailaría hasta la eternidad
Sería el Gardel de la noche
Pero llegó silenciosa en un sueño
La reconocí con una sonrisa
Sentí mis manos por última vez
Mis dedos, como si fuera un recién nacido
Junto con eso mis recuerdos
Pasaron tantas mujeres, tantas angustias y miedos
Que en este momento me son menos importantes que el papa
Prefiero imaginar a mis hijos, mi mujer, las amistades vivas y difuntas
Porque al final de la canción lo único que importa es el recuerdo vivo
Saber que todo lo que hice fue a mi manera
Y saber que esto termina acá
Con la puerta abierta y el vaso vacío
Me fui, al cabaret de los muertos
Nos vemos mañana

Ignacio Hernán Rojas Vallejo

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