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martes, 20 de julio de 2010

Noche con estatuas

Y ahora entiendo en la parada de este cementerio de ángeles y vírgenes, el por qué la bebida atrae a aquellos que arrastran todo el día el silencio de sus vidas.
Además, es cosa de mirar en los fríos ojos de mis amigos de piedra y mármol, que solo me encuentro en miradas que petrifican menos que las reales.
Las estatuas desperfiladas esta noche callan más de los normal.
Porque ya no bastan caminatas solitarias por la playa, ni mirar los focos de madrugada, y aunque sepa que me encuentro solo, por alguna razón me llevo con estos falsos. Es más, los siento más que los propios que conozco que sí tienen carne.
Ya se han ido varios, y no quiero empezar a hablar de desiluciones, prefiero pensar que este estado nebuloso de tripas alocoholizadas pegan fuerte, más aún cuando las lágrimas caen solas, sin pregunta ni respuesta.
Y no entiendo como la caña de azúcar me traiciona de forma tal, que me hace recordar lo que me guardo todas las mañanas.
Aun así, me gusta pensar que las millones de luces blancas que esta noche giran en círculos perfectos, en una especie de mareo deleitante, me hacen compañía en la distorisión amarga y al menos me olvido de las costras rojas que dejó el vino en mis labios.
¿Quién se creen que soy?
¿Creen que por ser un hombre puedo esconder una mirada de piedra?
Pues bien, allá ustedes, estoy harto de que miren con condescendencia, qué mirada tan amarga, tan humana, deberían serlo.
Empieza la melodía del rocío, llorarán por sus tumbas, esos ojos petrificados son más sensibles que muchos otros conocidos, nunca mi señora me miró con esa melancolía divina, nunca antes la vida de calle nocturna me ha regalado tan bella mirada como ésta.
Y no se aflijan mañana, porque pronto estaremos juntos eternamente, y podrán mirarme así, con mucha ternurna, con esas figuras vírgenes. Podré recostarme con este frío en las húmedas tumbas ancestrales, que me compartan un espacio de muerte, más de algún difunto también murió por viejo y alcohólico.
Así me prestaré en un manto de dicha calavérica, bailaré con ustedes mis mojados amigos cuando las larvas terminen con mi cuerpo, saludaremos noches como ésta con mucho vino tinto y risas estáticas.
A lo mejor el día de mañana estaremos mejor, tal vez sin dolores hepáticos, tal vez sin vísceras , tal vez sin carne y sin vida. Pero lo que sí es seguro, es que mañana será una mañana de mucha resaca.