jueves, 19 de marzo de 2009

Dedos crujientes sabor chocolate

Dedos crujientes sabor chocolate.

El crujido de los agotados dedos de mis pies sonó a galletas trituradas por una mujer ególatra. Un sonido fino, rebelde, engañoso, desordenado, misterioso. Devora esos pedazos de galletas tratando de taparse la boca para que nadie la mire comiendo. Una boca inalcanzable hasta para la vista. Que galletas más afortunadas, boca húmeda misteriosa, y a la vez que lástima por ellas, que por todo lo bueno que pasa por tal mujer termina triturado con la facilidad de ser galletas entre sus dientes. Abrir la caja de Pandora queda como un caos pequeño comparado a esa boca que te promete el cielo y alejarte del infierno, al final, te deja entre medio de ambos. Terminan dándole una esencia afrodisíaca sabor chocolate, que por cada suspiro vende una entrada al motel de sus labios que se hacen llamar vírgenes.

Es cansancio físico de verla tantos días, tantos recuerdos y desesperanzas soñadas. Llegaba la noche y se colaba entre mis sueños sin preguntar, amanecía y me encontraba con un envase de galletas sabor chocolate entre dedos dormidos. Pasé varias etapas que ni recuerdo. Pensaba estar loco, esquizofrénico, escuchaba labios femeninos triturando mí cabeza.

Caí en mi cama un día de delirio como cualquier otro, sin saber que la respuesta estaba frente a mis pies. Estaba enterrado en mi cama con los zapatos puestos, para que mis dedos no pudieran crujir.

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