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domingo, 9 de mayo de 2010

Pan añejo

A veces tu cabeza nublada se deja de ideas estancadas.
A veces quieres mucho, nada en particular, sólo quieres.
Otras, sientes una pena tan grande que se te vacían los huesos.
En particular, las cosas efímeras son la fuente de tu amor.
Te enamoraste de alguien, no por lo que es, sino, por esa escena.
Te has quedado observando afuera, detrás del vidrio de la panadería, viendo como ella pide el kilo de pan para la once. No la escuchas, ni ella a ti, estás demasiado preocupado de sus manos, de lo que mira, de como mueve su boca en un silencio de calle.
Deseas que te mire, pero no tanto, solo basta con que ella esté allí, a esa hora de la tarde y en ese mismo lugar.
Piensas ahora en volver mañana, mejor aún, buscarla ahora mismo, darle el beso de su vida y no dejarla escapar jamás.
Esa fantasía te corrompe el sueño, un delirio en el que piensas cada vez que te pones las zapatillas. Ahora quieres suspirar, porque sabes que no está aquí contigo, está allá, probablemente comprado algo en la panadería, qué se yo, un dulce.
Pero prefieres mil veces ser ese dulce que estar acá, en tu pieza, que te sabe a nada, con esas zapatillas que todavía no atas.
Podrías salir corriendo ahora mismo e ir a buscarla, sabes que está allá esperando a que llegues tú, tal vez no sepa que existes, pero tú sí. Da un paso, tan solo uno fuera de tu pieza, ahora da ese mismo paso hasta la panadería, piensa en dos pasos simples, pasos que te conviertan en el dulce que ahora mismo debe estar metiéndose a la boca.
Qué escena la que has construido, acelera el paso, ese ahogamiento de sentirte volando es lo que esperaste toda la vida. Sácate una foto y mira como tus piernas se extienden hasta quedar ambas en el aire, como un caballo del derby.
No pares, no respires, no te ates las zapatillas, no sigas el ritmo, que no te paren las luces rojas, llega antes que se vaya, es la oportunidad.
Nunca te has sentido con tan poco equilibrio, a tan pocos metros, la vitrina te espera con el olor de la tarde a pan fresco. Si todo ese correr se hizo tan fácil, no dejes que tus piernas tiemblen ahora, nadie ha vomitado por el olor a pan de once.
Acércate, de a poco, ella tal vez nunca te ha visto, ese silencio de calle lo acabarás con tus temblorosas piernas. Sabrás su voz, no callará por la vitrina, sabes que esa voz la has escuchado en tus sueños, en tus mañanas y noches de zapatilla.
Algunas veces crees que el amor no viene a ser nada en particular, solo sientes que es amor.
A veces, sientes una pena tan grande, que sentarte afuera de la panadería es sentir que tus piernas ya no tienen huesos.
Otras veces prefieres que tu mente esté vacía de dulces, de tardes y de zapatillas.
Pero lo que sientes ahora mismo, es que el pan, está añejo.