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lunes, 25 de octubre de 2010

Trabajos simples

Intrépido uniforme de mentiroso
Muy fácil es hacer creer al resto un engaño
Que un cuchillo de verdad, afilado con dientes de empresario
Se desgarra primero el que cae por la presión de la masa
Y sólo queda feliz el que empasta sus poros con billetes
Los demás, unifórmense otra vez
Porque acá se acabaron para las personas

El Alicurco

viernes, 1 de octubre de 2010

Mi último ladrido

Rompí mi cama
Quemé mis fotos
Ayer maté a un perro
Caminé varias cuadras en la madrugada después de mis actos
Caminaba con los zapatos llenos de sangre
Podía escuchar los gemidos del animal por tres cuadras enteras, cada vez más profundos y lentos eran los ladridos
Parecía que me gritaba, tal vez, qué me dijo
Lo maté, y mi zapato izquierdo me delataba
También maté mi cama a golpes
Quemé a mi familia entera
El cuero de mi chaqueta olía a cigarro nocturno, impregnado y húmedo como decían las calles, fue un buen regalo de mi madre, debo admitirlo
Aquellas calles, si no hubiese estado con esa chaqueta que tanto me gusta, seguramente algún buen vecino me abría visto demacrando al pobre quiltro
Cuando maté a mi cama, tenía las manos descueradas, temblaban tanto, que en el momento no pude encender el cigarro después de ese primer acto
En fin, en mi familia son muchos... tantos, que me demoraría semanas en encargarme de ellos uno por uno
Decidí encenderlos, no fue fácil, mis manos aún temblaban mucho, por eso decidí ir a la cocina y encenderlos con los fósforos que me quedaban
Me quedó solo matar a uno
Al perro de mi hija, maldito animal
No pude matarlo, necesitaba un cigarro
Era un perro precioso, no puedo negarlo, pero odiaba sus ladridos en la noche, nunca ladraba
Ni a los perros, ni a los niños, ni a los viejos, a nadie
Sólo le ladraba a las sombras que se reflejaban en la noche, vaya perro guardián
En la foto salía mi hija abrazada con el canino, ella mirándolo con esa sonrisa de oreja a oreja, y el perro con los ojos perdidos, miraba a la cámara
Guardé la foto en mi chaqueta
Era de madrugada, lo sé, siempre me fijo en el brillo del pasto a esa hora, después de las doce, el pasto está perfectamente húmedo, agarra un brillo espectacular, parece un río calmo
Caminaba con esas luces que toman un color anaranjado, siempre por el pasto, con los zapatos húmedos y un chirrido a cada paso
Llevaba varias cuadras, me senté
Apareció el perro, viejo, con cara sufrida y además cojo de una pierna trasera
Pero tenía los ojos parecidos al perro de mi hija, esos ojos perdidos, de comprensión y pena
Vaya perro, bueno, tenía las manos vendadas y el frío hacía que me dolieran mucho las heridas que aún no cicatrizaban
Le arrojé una piedra cerca de su pie cojo
La agarró con el hocico y caminó hacia mí a un ritmo cojo, me trató de mirar con sus ojos perdidos, depositó la piedra en mi mano
Húmeda, blanca de baba... las heridas me dolieron mucho en ese momento, tanto, que pateé al perro con mi zapato izquierdo
Tan fuerte fue, que quedó inmóvil en el piso, movía sus pies para tratar de arrancar, pero su pie cojo se movía torpemente
Caminé hacia él, el pasto rechinó como nunca antes lo había escuchado
Con el mismo pie, una dos, tres, cuatro veces en el estómago
Le perforé el vientre
Comenzó a gemir, dos, tres veces más
Saqué un cigarro, saqué mi encendedor, intenté prenderlo, no funcionaba, debió ser por el clima tan frío que había
El pasto se entintó de sangre, poco a poco, esa especie de río sólido que se formaba en la noche, se convirtió en un río de sangre
Seguí mi rumbo, tenía cosas que hacer
El perro comenzó a gemir, seguía vivo, los perros del vecindario comenzaron a ladrar
No pude devolverme, me podría haber visto alguien que se despertó con los ladridos
Aún escuchaba como agonizaba el animal, ya llevaba varias cuadras
Los ladridos del vecindario fueron cada vez más fuertes
Casi un ataque, me mostraban sus dientes, rasguñaban las rejas de los portones y saltaban de un lado a otro
Dejé de escuchar al perro, pero estos otros eran tantos, que casi no se podía escuchar
Los vecinos empezaron a asomarse por las ventanas, se prendían las luces de las casas
Comencé a correr con los hombros encogidos, había alguien atrás, no volteé
Eran cuatro pies, no era humano, un perro
Poco sonoro, pero a gran velocidad, corrí más rápido
Se escuchaba más cerca, no era uno, eran más
Agarraron mi chaqueta, pude sentir el aire del hocico
Pude escapar, ya casi no estaba respirando, tenía cosas que hacer
Agarraron mi pierna izquierda, caí
Intenté levantarme, no pude, tenía la pierna desgarrada
Me levanté casi gateando, me agarró uno del cuello de la chaqueta
Cayó la foto de mi hija con el perro cerca mio con el impulso
Pude ver esos ojos perdidos, por última vez

El Alicurco