jueves, 19 de marzo de 2009

Resplandor anónimo

Resplandor anónimo

Ese día, Vicente cada vez parecía más nervioso. Ya casi no le quedaban uñas, sus dedos estaban arrugados de tanto chupárselos, hasta sangre salía de sus callos de tanto morderlos. No parece llegar a ninguna parte, sólo se queda observando la tienda de joyas, eran las típicas chuchearías que a las mujeres les encanta usar, no sabe si es una obsesión que aparece en las mujeres desde que nacen, algo así cómo un hechizo de la propia mente femenina que impulsa su curiosidad hacia los objetos brillantes que pueden usarse tal como una prenda de vestir.

Pero para él no significaba nada, era tan solo un brillante burdo, que no tenía mayor relevancia. Aún así se queda observando las joyas, busca desde la más grande y brillante, hasta la más pequeña pieza deslustrada del lugar. Ninguna de la vitrina le gusta, no tiene esa chispa que prende la mente femenina, ese deseo consumista que parece una competencia con la luna, para juzgar cual de las dos brilla más en la noche.

La verdad es que en su mundo masculino no existe tal cosa, es por eso que decide buscar dentro del lugar. Entra con una sonrisa sarcástica y sus manos en los bolsillos, que delataba su poca experiencia en las compras de ese estilo. Inspecciona sutilmente el lugar con miradas confusas hacia su entorno. De pronto, su mirada se queda fija en el rostro de una mujer, ahí estaba ella, la única mujer que ha conquistado el alma de este hombre. Se encogió de hombros, pero ésta no prestó atención, su papeleo la descontentaba del mundo. Ignoraba a su cliente, pero éste no quitaba su mirada en el rostro de su amada. Estaba perplejo, su voz en ese momento no podía salir, su temor lo dominaba, pero eso no lo iba ha hacer retroceder. Tenía que decir las líneas del típico comprador para llamar su atención, parece una tarea fácil, pero para Vicente era dejarlo entre la espada y la pared. Abrió la boca, pero su voz no salía, su esfuerzo era tremendo, un murmullo salió de sus labios, aún así la mujer no escuchaba. Lo intentó de nuevo, pero no hubo respuesta por parte de la mujer.

Un hombre que pasaba con prisa chocó con Vicente, tirándolo al suelo donde su hombro derecho fue el que amortiguó su caída. El ruido provocó una reacción inmediata de la joven, lo ayudó a ponerse de pie, sonrió y le pregunto dulcemente: -¿Se encuentra bien señor?

El hombre afirmó con la cabeza, intentó hablar y le dijo tartamudeando entre dientes:

-Disculpe señorita, ¿Me podría enseñar algún tipo de anillo de bodas para una mujer?

-Por supuesto caballero, dígame… ¿es para alguna mujer en especial?

Afirmó con la cabeza mirándola a los ojos. La dama sacó un libro lleno de variedades para elegir un tipo de anillo. Vicente con mucha calma volteaba las páginas, buscando su eslabón perdido, hasta que encontró la prenda perfecta, la señaló con su dedo casi sin uña.

-Creo que este es el anillo perfecto.

La mujer miró la foto riendo: -Es el mismo anillo que mi esposo me regaló para tomar mi mano.

La sonrisa de Vicente se tornó cada vez más falsa, trató de disimular con una expresión sarcástica de sorpresa y alegría.

-Ah...bueno, supongo que me lo llevaré.

Salió de la tienda con una pequeña caja en su mano, la abrió, ahí estaba el anillo. Se dirigió hacia una fuente de agua, tomó la joya y la arrojó a las profundidades.

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