Llovía.
No había ninguna luz prendida.
La entrada del departamento olía a humedad.
Un paraguas mal apoyado contra la pared
goteaba desde la punta.
Habían huellas de botas en el piso de madera,
y en la alfombra.
Alguien prendió un cigarrillo, el cenicero estaba usado.
El ventanal quedó abierto, las cortinas transparentes
se mecían al ritmo del viento.
La radio estaba prendida, parpadeaba cada 5 segundos,
su luz azuleja iluminaba un florero vacío.
Sólo se escuchaba un zumbido agudo y un eco.
Seguía lloviendo afuera del departamento.
El Alicurco
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